Las puñaladas

Siempre he estado en contra de las puñaladas traperas. Es mejor apuñalar a alguien de cara, que vea cómo te ensañas con él. Es mucho mejor que vea el odio que le profesas, en vivido presente, mientras el Albacete se introduce a través de la pleura que entre los homóplatos, donde no puedes distinguir apenas de qué está hecho el cuchillo. La verdad es que la mayoría de la gente prefiere hincar el alfanje entre los homóplatos – es más cómodo y sigiloso -, y la mayoría de gente que lo hace, es simplemente porque no tiene cojones a operarte de cáncer de pulmón. Y es eso lo que hoy en mi blog vengo a denunciar. Probablemente alguien que me conozca un poco tendrá cierta idea de qué estoy hablando. Me gusta decir las cosas de forma velada. Digamos que algunos se han dedicado a insinuar que cierto profesor de mi universidad, aparte de ser malo malísimo, infumable, que se come proyectos de periodistas y los escupe limpios, tiene una faceta Strauss-Kahn. Y no se quedan cortos, también insinuan lo mismo de su compañero de la misma asignatura. Como no tengo intención de hacer amigos  – los que lo son, lo saben, y no hay que dar más explicaciones  – no me pienso callar. Lo grave no es que lloren y digan que el profe nos tiene manía. Lo grave es que encima tengan huevos de decir que el profesor me acosa porque me agrega al Facebook o al Twitter. Que ya estamos en la universidad. Que ya uno es el que se saca las castañas del fuego, no mamá que vayas a hablar con el de mates que me tiene manía. Yo he aprobado, y no he aprobado precisamente por mi cara bonita. He aprobado porque he trabajado, me he esforzado y tengo cierto interés en la actualidad, en el mundo que me rodea. Y sé que muchos de clase han hecho, si no es lo mismo, parecido. Entre el grupo de suspensos seguramente también hay gente que ha currado muchísimo y que no merece estar allí. Nadie es justo, y para justicia, la poética. Y ahora ya vendrán los que me acusarán de pelota, chupapollas y demás epítetos, solamente por defender a dos profesionales que hacen su trabajo, que lo hacen como pueden y como deben, y de los cuales, queja ninguna, pues son bellísimas personas. Pero muchos de los que hoy lloráis no tenéis ni el más mínimo interés en aprender nada de esta bella profesión que es el periodismo. Os metisteis aquí, yo que sé por qué, de rebote o porque os dijeron que escribíais bien. Y la primera máxima del periodismo es la verdad y la verificación de lo que se dice. Y ya os la estáis pasando por el arco del triunfo, escoria. Y deseo fervientemente que me lluevan los comentarios negativos, negando las acusaciones, de verdad. Sobretodo para demostraros que yo sí que verifico mis fuentes. Y son 100% anónimas.

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